jueves, 14 de marzo de 2013

Preocupación.


Era una tarde fría, demasiado fría para su gusto, todo le salía mal para su gusto ese día. No aguantaba más en casa, no podía verla. Apretaba los dientes con fuerza y cerraba los puños cuando pensaba en todo lo que había pasado, como si haciendo fuerza pudiese derrotar a ese demonio que le comía por dentro. Avanzaba lentamente y le devoraba entero, le consumía, le causaba tal dolor que se le humedecían los ojos, aunque no sabía si era por el frío viento que amenazaba con congelarle por siempre o si era la rabia. Rabia. No quería volver al piso, así que vagaba sin rumbo intentando no pensar, o evitar esos pensamientos. Entró en una pequeña panadería, para resguardarse por un momento del frío o para entretener su mente, no lo sabía. Pidió lo primero que vio, saco la cartera y vio asomar un billete de veinte euros.
- No tengo otra cosa, lo siento. - Le comunicó él.
La cajera le dedicó una tierna sonrisa y dijo:
- No te preocupes. - Y todo se solucionó. 

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