lunes, 13 de mayo de 2013

Barrio.


Llevaba tres días deambulando por el mismo barrio, recorriendo sus calles a paso lento que de vez en cuando se volvía acelerado. Ya empezaba a conocer sus olores, sus rostros, sus pulsaciones y su vida. Sin embargo no había encontrado todavía el rastro que andaba buscando, a pesar de que algo le decía que él vivía ahí. Ya creía empezar a conocer acerca de su carácter, sus gustos y su forma de ser a través de las calles y las gentes que veía durante todo el día. Cuando se cansaba cerraba los ojos y le imaginaba, recordaba su ropa, sus gestos, su forma de andar y su sonrisa.
Siempre le había gustado hacer este tipo de cosas, estos comportamientos que se salían de lo común, intentando hacer de su vida parte de un guión de una película europea, una de estas que hablan de la vida misma, como él se decía, una francesa o española, e incluso italiana, quién sabe. Empezaba su recorrido por el lugar y la hora donde se cruzó con él por primera vez, por si volvía a darse la casualidad, ya que la segunda vez también lo vio venir girando la misma calle y a la misma hora, pero volvió a dejar escapar su sonrisa. Esta vez no, esta vez no le dejaría ir, esta vez había ido a por él.
Sin embargo sintió arrepentimiento de haber vuelto a ese barrio, se le paró el corazón cuando lo vio a lo lejos al girar una esquina, fue inesperado y al principio pensó que su cerebro le estaba engañando. Pero no, era él. Sus gestos, su forma de vestir, su forma de caminar. Se sintió estúpido, pequeño ante el universo. Caminó intentando simular sus nervios, como un vecino que va a por el pan y cuando pasó a su lado, volvió a ver ese esbozo de sonrisa y esa rápida mirada. Esta vez no.
- Perdona -Le paró, y como si se tratase de un guión, buscó una de esas frases, de esas de las películas- ¿Crees en las casualidades?

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